Cuando me alcances by Rebecca Stead

autor:Rebecca Stead [Stead, Rebecca]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00

La primera prueba

—¿Qué te había dicho? —preguntó Jimmy en la comida ese mismo día, golpeando la barra con ambas palmas—. Nunca creen que vayas a contar el pan. ¡Ni en un millón de años pensarían que vas a contarlo! —El pedido del pan había llegado con dos panecillos de menos. Lo había contado dos veces para asegurarme.

Jimmy caminó hacia el teléfono con aire arrogante y una enorme sonrisa en la cara.

—Le acabas de alegrar el día —susurró Colin—. Tal vez toda la semana. —Estaba doblando lonchas de jamón, amontonándolas ordenadamente en pequeños cuadrados de papel encerado.

Observé los dedos de Colin mientras cogía cada trozo de jamón: no los doblaba por la mitad de cualquier manera como había visto hacer a Jimmy. Colin ponía cada loncha en una bonita forma de ventilador. Cuando empezaba a mirarlo, no podía parar. Era hipnótico, de algún modo.

—Anoche hablé con Annemarie —dije—. Creo que mañana vuelve al colegio. —Colin asintió.

—Bien. —Era difícil imaginárselo dejando una rosa en secreto en el felpudo de alguien, pero supongo que los chicos te sorprenden a veces.

—Oye —dijo de repente—, ¿sabes qué? Estoy harto de estos bocadillos de queso y lechuga. —Miró con cara de culpable a Jimmy, que seguía al teléfono hablando sobre los panecillos que le faltaban—. ¿Quieres un trozo de pizza?

Actuamos como si todo fuera normal, nos hicimos los bocadillos y los envolvimos como si pensáramos comérnoslos en el colegio. Y entonces corrimos a donde las pizzas calle abajo. Era una locura, pero nos sentíamos como si estuviéramos haciendo algo malo. Volvimos deprisa al colegio metiéndonos la pizza en la boca y agachándonos cuando pasamos por la ventana de Jimmy, para que no pudiera vernos. De alguna manera nos pusimos tan completamente histéricos que seguíamos teniendo lo que mamá llama ataques de risa incontrolable cuando llegamos al colegio.

Debió de pasarnos también en clase, porque todo el mundo levantó la vista de su lectura en silencio para mirarnos. Julia puso los ojos en blanco.

—Volvéis a llegar tarde —dijo el señor Tompkin. Y entonces toda la sensación se disolvió y fuimos por nuestros libros.

Me senté con mi libro abierto en el pupitre, pensando en la nota del bolsillo de mi abrigo: Hoy a las 15.00: mochila de Colin. Tu primera «prueba». Tenía que echar un vistazo dentro de la mochila de Colin, para encontrar lo que estuviera (o no) esperándome.

A las tres en punto, fui al armario de los abrigos y cogí mi mochila para irme a casa. La de Colin estaba a unos ganchos de distancia. Podía oírlo hablando con Jay Stringer al fondo de la clase, cerca de Main Street. Julia estaba con ellos, intentando de nuevo convencer a Jay sobre su estúpido ovni de papel de aluminio, de que iba a volar por la calle con un hilo invisible. Aún no había conseguido que aprobaran su proyecto.

Cogí la mochila de Colin y la abrí. Allí estaba su carpeta vaquera llena de papeles, un cuaderno y el bocadillo de queso que no se había comido en el almuerzo, empapando el envoltorio y oliendo a pepinillos.

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